El Gobierno acaba de pedir a Estados Unidos que retire de una vez el medio kilo de plutonio que aún contamina una parcela cercana al mar en Palomares, donde hace 45 años (se cumplieron el lunes pasado) cayeron cuatro bombas de hidrógeno que no estallaron pero sí provocaron una foto mítica: la de Fraga con un amplio bañador Meyba saliendo tan fresco del agua pese a estar apechugando con un posible calambrazo radiactivo (está claro que lo que hubiera en esa playa no le ha hecho daño). Lo leí el domingo pasado en El País, firmado por Rafael Méndez, y se me pusieron los pelos como escarpias. Medio kilo de plutonio todavía. Y a dos pasos de la Región; de hecho, fueron dos reporteros de 'La Verdad' los primeros periodistas en llegar al lugar en el que cayeron los 'pepinos' atómicos el 17 de enero de 1966: el redactor José García Martínez y el fotógrafoTomás Lorente (fallecido en junio de 2010), que se presentaron en la pedanía costera de Cuevas de Almanzora cuando las bombas estaban aún calientes.
Más apuntes de la conexión murciana con Palomares: fue un pescador de Tarragona afincado en Águilas, Francisco Simó Orts (Paco el de la bomba ya para siempre), quien localizó el artefacto explosivo que cayó al mar, ya que se encontraba pescando en su barca casi en la vertical del punto en el que chocaron los dos aviones estadounidenses. Esa bomba perdida era 16 veces más potente que la de Hiroshima. Y la encontró Paco, tres meses después del accidente. Le dieron un diploma y 7.000 dólares.
Los aguileños, a media hora en coche por la carretera de la costa, conocen bien esta porción del litoral , ya que hacían sus intercambios comerciales en los pueblos del Levante almeriense cuando llegar a Murcia por carretera costaba casi tres horas. Regresamos al siglo XXI: a partir de San Juan de los Terreros, la costa se mantiene con cierto encanto hasta llegar a Vera; a partir de ese punto, y hasta Mojácar, la construcción incontrolada ha destrozado la fachada costera.
El caso es que Palomares y su entorno merecen una visita: para explorar pequeños rincones y playas con encanto (El Pozo del Esparto, Cala Panizo, El Calón, Villaricos) y hacer una incursión en la solitaria Sierra Almagrera, agujereada por las explotaciones mineras, y que hoy comienzan a conquistar las cabras montesas.
Parece increíble que, casi medio siglo después, todavía haya que soportar la presencia de 6.000 metros cúbicos de tierra contaminada con plutonio y americio en una superficie de decenas de hectáreas, acotadas desde hace tres años, según los estudios del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT). La descontaminación, según el CIEMAT, llevaría dos años de trabajo y costaría 25 millones de euros. Una cantidad que seguro no descabala los presupuestos de la Administración USA, que lleva cinco décadas escaqueándose. El alcalde de Cuevas de Almanzora, Jesús Caicedo, y el pedáneo de Palomares, Juan José Pérez, se reunirán el 28 de este mes con el embajador de Estados Unidos en España, Alan Solomont, para reclamarle que se lleve los residuos radiactivos. ¿Será más sensible ahora el amigo americano, o tendremos que enterarnos dentro de unos años por WikiLeaks de que al ecologista Obama le pareció demasiado caro barrer la basura radiactiva que un día lejano se le cayó en España?
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