La hermana Guadalupe, de 41 años, volvió a Villa Mercedes, San Luis, su ciudad natal, y tras ofrecer dar charlas en escuelas y otros espacios de la ciudad, fue invitada por los senadores Adolfo Rodríguez Saá y Liliana Negre de Alonso a relatar su visión sobre el difícil contexto que los cristianos deben soportar en Oriente Medio.
La religiosa contó que la situación en la ciudad donde estaba destinada, Alepo, era “de calma, de tranquilidad y de convivencia” hasta que se desató la guerra. Afirmó que la situación política es “muy compleja”, e involucra a actores políticos, económicos… y también religiosos.
La posición geográfica de Siria, entre Oriente Medio y el Asia Menor, sus recursos naturales y otras bondades despertaron la codicia de agentes económicos que actuaron, dice la monja, sin atender la situación de la población.
“Yo no traigo mi testimonio personal sino el testimonio de lo que vive el pueblo sirio. Vengo a contar lo que es vivir la guerra por dentro”, comentó la religiosa, quien además señaló que los levantamientos rebeldes no fueron pacíficos y que fueron motivados por grupos terroristas que “usaron al pueblo”.
“Todos los días matan gente. Hubo situaciones como la de ver gente muerta puesta en bolsas y tiradas a la basura (…). La situación que se veía por televisión no era lo que yo estaba viviendo. No concuerda con la realidad, ya que hay intereses económicos, políticos y religiosos de por medio”, agregó.
La hermana Guadalupe expresó que en la guerra en Siria coexisten tres protagonistas: los rebeldes, el ejército nacional y el pueblo. Afirmó que “se intenta imponer un islam fanático” y denunció que los terroristas sirios, ayudados por mercenarios de otros países, quieren imponer la Umma, es decir, una única nación islámica.
“¿Qué dice la gente que vive en Siria? (…) Muchas veces juzgamos desde occidente la forma de vida de oriente y es imposible comprender desde acá lo que piensan, qué les sucede. Al comienzo muchas familias apoyaban la revolución, pero al ver el tinte de esa revolución fueron cambiando de idea”, contó.
Mostrando fotos de la ciudad de Alepo destruida, dijo: “La gente se acostumbró a vivir así. Hacen lo necesario rápido para evitar que los maten”, aseguró.
Luego de relatar un ataque con cientos de muertos y heridos, resaltó: “Lo que quiero destacar es que, contrariamente a lo que se puede pensar, luego de una tragedia se multiplicó la asistencia a misa. Tal vez porque nos acostábamos pensando que podía ser el último día. Por ello, viven con felicidad, con sonrisas que no suelo ver acá. Si pensáramos que puede ser el último día, todo sería distinto. No postergaríamos decisiones, no pensaríamos en pavadas”.
“Ellos dicen que por la guerra piensan en el futuro de allá arriba, del cielo -sentenció-, porque acá en la tierra se lo han arrebatado”.
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