Con su usual contundencia, Shlomo Sand deconstruye por completo la mitología erigida por los sionistas a través de la manipulación de citaciones bíblicas. El propósito de tal manipulación es intentar justificar con argumentos religiosos la ocupación de Palestina y la expulsión de gran parte de los habitantes autóctonos para, en su lugar, asentar los contingentes de personas de ascendencia judía (mayormente oriundos de Europa Oriental) que el sionismo logró llevar para allí.
En el debate con la audiencia, Shlomo Sand revela que, aunque considera que la propuesta de un solo Estado para la región sea moralmente superior, por razones de viabilidad práctica, él se muestra favorable a la creación de dos estados: uno israelí y otro palestino. Sin embargo, diferentemente de lo que anda defendiendo últimamente Norman Finkelstein, Sand se muestra terminantemente contrario a que Israel sea un Estado judío, o que Palestina venga a ser también un Estado racial o religioso. Él defiende la existencia de Israel como un Estado de todos sus ciudadanos, con derechos y deberes iguales para todos, cualquiera sea su religión o ascendencia étnica. Lo mismo para Palestina.
La alternativa de dos estados (en la concepción que Shlomo los vislumbra) debe ser asumida porque es, según él, la única que puede conseguir el consenso necesario para su concreción. Según él, la actual sociedad israelí es la más racista de todo el mundo occidental y, por lo tanto, jamás aceptaría pasar a la condición de minoría en un Estado que fue originalmente creado exactamente con el objetivo de garantizarle su hegemonía.
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