Claes Borgstrom, que ahora actúa en contra de Assange, facilitó la condena de Thomas Quick por ocho asesinatos en los '90 al ocultar pruebas
Las familias de las víctimas del asesino en serie Thomas Quick ahora exigen una investigación independiente por un escándalo judicial en Suecia tras ser Quick absuelto de varios de aquellos homicidios. "La investigación debe demostrar que las cosas pudieron haber sido un fracaso y establecer reglamentos para evitar que esto vuelva a suceder", dijo Björn Asplund, padre de una de las víctimas, Johan, que desapareció en 1980.
En los años 90 el asesino en serie, que tenía trastornos mentales y estaba atiborrado a fármacos, confesó ser autor de 30 homicidios. Entre los años 1994 y 2001 Thomas Quick fue declarado culpable de la muerte de ocho personas, sin que se presentara ninguna prueba técnica, solo basándose en los testimonios del propio imputado.
Más tarde, sin tratamiento ni fármacos, Thomas Quick manifestó que era inocente de todos los crímenes de los que era acusado. El tribunal que reanalizó algunos de los casos absolvió a Quick de tres de ellos, incluyendo el homicidio de Johan Asplund. “Resulta que el hombre, que fue reconocido como asesino en serie, pedófilo, necrófilo, caníbal y sádico, a fin de cuentas no es nada más que un hombre muy enfermo”, supone estos días el diaro sueco Aftonbladet.
El hermano de Carlos Zelmanovits, que fue asesinado en 1976, y de cuyo asesinato también fue absuelto Quick, considera que todo este caso entero es un fracaso judicial que debe ser investigado. "No entiendo cómo podría haber sido condenado. Eso podría suceder en algún país menos desarrollado, pero no debería ocurrir en Suecia. Nadie hizo caso a la gente que no estaba de acuerdo con la condena", dijo el hermano de la víctima.
El abogado de Quick pasó por alto las declaraciones de los testigos
Thomas Quick se consideraba un 'Hannibal Lecter sueco'. Incluso se publicó un libro de Hannes Rastam dedicado a este asunto que se titula 'El caso de Thomas Quick'. Según el autor es "un libro que cuenta cómo la Policía sueca, los fiscales, abogados y jueces, con la asistencia de varios médicos, psicólogos, expertos y periodistas procesaron a un mitómano enfermo mental como el peor asesino en serie de la historia criminal del país".
Puede ser que el papel más maligno en toda esta historia lo hubiera jugado el abogado del procesado, Claes Borgström, que, según los documentos, no usó en las sesiones del tribunal los testimonios de un sacerdote y otras personas que declararon la inocencia de Quick. Hannes Rastam señala también en su libro que el abogado no atrajo la atención del tribunal sobre el hecho de que su cliente estaba "hasta arriba de fármacos”.
Desde el mismo inicio la postura de Claes Borgström, que tenía que oponerse a la Fiscalía, fue la culpabilidad de Quick, afirma Rastam. No se ha revelado todavía en qué radica exáctamente la culpa de Thomas Quick y si la tiene o no, pero “hasta un hombre con un pasado criminal tiene derecho a un trato justo”, concluye el autor sueco.
Por increíble que parezca la carrera como jurista de Claes Borgström no se ha visto salpicada por el escándalo. De hecho, y curiosamente, en la actualidad está inmerso en otro caso mediático a nivel internacional: Claes Borgström defiende los derechos de Anna Ardin y Sofía Wilen en su proceso contra el famoso fundador de WikiLeaks, Julian Assange.
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